Personas que sufren de soledad

¿Te sientes solo? No eres el único. La soledad y el aislamiento social son una cruda realidad en la UE. Según una encuesta de Eurostat de 2017, un 6 % de los europeos (mayores de 16 años) afirma no tener a quien pedir ayuda si la necesita, ni tampoco con quien hablar de asuntos personales. En general, las respuestas indican que los hombres se sienten más solos que las mujeres; los habitantes de las ciudades tienen menos personas en quien confiar que los de las zonas rurales; las personas con ingresos más bajos están más aisladas socialmente que las acomodadas; y los ancianos, en particular, a menudo no tienen a quien acudir. Recientemente, el «aislamiento del coronavirus» —la cuarentena y el confinamiento durante la pandemia, que han supuesto un menor contacto social y físico con otros— también puede haber pasado factura.

La soledad y el aislamiento social están asociados a la depresión y al suicidio, y entrañan un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares o de derrame cerebral. En las personas de edad avanzada, la soledad parece acelerar el deterioro físico y mental.

Aunque en principio se trate de una triste situación personal, la UE se esfuerza por ayudar a las personas que sufren de soledad a través de sus políticas sociales, sanitarias y regionales, fomentando la cooperación, promoviendo buenas prácticas y financiando medidas prácticas. Si vives en una zona urbana, el programa URBACT aborda el problema del aislamiento en las ciudades animando a la población local a colaborar en temas que revistan importancia para ella, como la calidad del aire, la vivienda o la integración de nuevos vecinos. La colaboración en torno a la pobreza urbana contribuyó a garantizar que las personas de barrios desfavorecidos se integrasen en la sociedad. El proyecto VulnerABLE tenía por objeto mejorar la salud de las personas aisladas y vulnerables, mientras que el proyecto MINDMAP se ha centrado en el bienestar mental y el envejecimiento saludable en las ciudades.